miércoles, 28 de enero de 2009

Un amigo. Una amiga.

Las inquietudes de nuestras amigas Lina y Norma parecen insinuar que, en las relaciones entre mujeres y hombres, la amistad y el amor se enfrentan o se confunden. Se teme que no haya lugar más que para uno de estos sentimientos. Con frecuencia, cuando se trata este tema, se suele condenar a la amistad al ostracismo. A esto contribuyen arraigados mandatos culturales según los cuales la masculinidad se demuestra (además de por la capacidad de ganar, producir, proveer, aguantar, racionalizar) por la cantidad de mujeres conquistadas, y la feminidad (además de certificarse por la variabilidad emocional, la capacidad de criar, cuidar y alimentar, la receptividad, la comprensión y la tolerancia) necesita de la mirada valorativa masculina para afirmarse. En tanto estos credos persistan (y de hecho lo hacen, a pesar de cierto maquillaje en los discursos), la amistad entre hombres y mujeres correrá el riesgo de ser siempre sospechosa de no serlo. Y quedará excluida del amor. Así, muchas personas les dicen a sus amigos o amigas cosas que no hablan con sus parejas. ¿Es sólo amor, enamoramiento o pasión lo que puede haber entre una mujer y un hombre? ¿Sólo vale la amistad de varones con varones y de mujeres con mujeres? La construcción de un vínculo de amistad, con su bagaje de tiempo y vivencias compartidas, de escucha, de confidencias, de presencia, de soporte, de rituales y hábitos, es una de las experiencias humanas más conmovedoras y enriquecedoras. Cabría preguntarse si prohibirle cruzar el espacio de los géneros no es empobrecer nuestra vida, no ya como varones o mujeres, sino como seres humanos. En su deslumbrante ensayo La amistad , el pensador italiano Francesco Alberoni señala: "No seguimos siendo amigos de quien no es nuestro amigo", puesto que la amistad se alimenta de una consciente y activa reciprocidad, mientras que "cuando está de por medio el enamoramiento es terriblemente difícil abandonar a quien se ama" (o se cree amar), aunque no haya correspondencia. Se puede odiar a quien se ama, según Alberoni, pero en la amistad no hay lugar para el odio. "Si alguien odia a un amigo, ya no es su amigo, la amistad se termina." La preocupación del amor, dice, pasa por la pasión, por la exaltación, por la entrega, pero no por la justicia. "El amor es sublime y miserable, heroico y estúpido, pero nunca justo. No se encuentra la justicia en el amor, sino en la amistad." Por eso no es amistad, aunque así se lo nombre, el vínculo que se usa para beneficiar a otro, independientemente de las capacidades de éste. Digamos al pasar que los "amigos políticos" o "económicos" pueden ser socios o cómplices, pero la amistad es otra cosa. "Los déspotas –dice Alberoni– no tienen amigos y temen la amistad como un complot en su perjuicio. La amistad es una virtud democrática y republicana." Esto vale para hombres y mujeres también. Amistad y amor son sentimientos que elevan nuestra condición y que se integran sin competir. Para Aristóteles, amistad es la forma suprema del amor. Visto así, entre hombre y mujer (entre humanos, en fin) hay más de una forma de amor posible. Si un hombre y una mujer no pueden ser amigos, es porque el utilitarismo lo impide (quieren que el otro sea funcional a su deseo o necesidad). El filósofo chino Confucio describía (en el siglo V a.C.) cinco tipos de relaciones entre las personas. La amistad era la única no jerárquica, de pares, sin un superior y un inferior. ¿Qué otro vínculo puede ofrecer a varones y mujeres la posibilidad de integrar sus diferencias sin sometimientos ni descalificaciones, sin luchas de poder tácitas? ¿Qué otro vínculo capacita mejor para el amor? "La amistad es deseable por sí misma", afirmaba Aristóteles. ¿Por qué temerle, entonces?

Diálogos del alma Una amiga, un amigo Por Sergio Sinay http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1092131

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