viernes, 19 de diciembre de 2008

PROCASTINACIÓN. El mal de esta época.

Procastinación: dejar para mañana

El hábito de postergar es un síntoma de estos días: desde fumadores que viven dejando de fumar hasta estudiantes que preparan un examen eternamente. Cómo pasar de la inacción a la dinámica. Por Carla Barbuto. De la redacción de Clarín.com.

document.write('cbarbuto@clarin.comAlgunos se preguntarán por qué dejar para mañana lo que se puede hacer hoy, mientras otros encontrarán mil respuestas posibles y seguirán adelante con paso seguro. Se trata de procastinadores (o procrastinadores), personas que pueden demorar la acción hasta el cansancio. “Es la actitud de postergar, diferir, aplazar. El agobio en que suele vivir el individuo contemporáneo lo lleva necesariamente a procastinar”, explica Roxana Kreimer, filósofa y coordinadora del taller “La procastinación: el hábito de posponer” en el Centro de Investigación y Práctica Filosófica. Y, aunque no siempre es un mal hábito –desde el momento que ayuda a priorizar actividades y quizá planificar mejor–, lo cierto es puede convertirse en una duda eterna. Joseph Ferrari, profesor de psicología en la Universidad de DePaul, en Chicago, asegura que el 20% de los adultos se identifica como indecisos crónicos. Desde más acá, Kreimer confiesa que cerca de 200 personas entre hombres y mujeres se reúnen semanalmente en los talleres para superar estos círculos viciosos. Ella asegura que “los argentinos tenemos una relación compleja con el sentido del deber”. La psicóloga española residente en Argentina, Ana Blesa, tiene una mirada menos considerada con quienes dilatan las situaciones: “Se dividen en dos grupos: los compulsivos como yo, y la mayoría: los que quieren cosas pero las postergan y se quedan en la queja”. Mientras se acomoda en un sillón al ras del piso, dispara: “La queja es muy adolescente porque lo que caracteriza al adulto es el compromiso y la persona que posterga y posterga, no se compromete con nada”. Para Willian Knaus, profesor y responsable del Departamento de Ciencias de Evaluación de la Salud de la Escuela de Medicina de la Universidad de Virginia (y ex asesor de Bill Clinton en temas de salud), propuso un modelo para entender y explicar cómo funcionan estas conductas. En sus libros, este especialista asegura que la autoduda y la baja tolerancia a la tensión, son los pilares de la eterna postergación. Cabe aclarar: autoduda es la escasa confianza en arribar a buen puerto. Desde la Universidad de Berkeley, Jane Burka y Lenora Yuan también se ocuparon de desentrañar el misterio de la inacción y no ven las cosas tan negras. Burka plantea que “estas personas no son vagas, sino que temen al fracaso , al éxito o a ser controlados. Y preparan infinitas excusas para luego explicar por qué el proyecto no les salió tan bien como les pudo haber salido”. De vuelta en Buenos Aires, Kreimer describe: al principio, la persona (procastinador/a) no se preocupa demasiado porque cree que sí hará aquello que viene postergando. Pasado el tiempo, se enciende una luz de alerta y allí comienza la ansiedad. El paso siguiente es mentirse con un “todavía tengo tiempo” y luego se desespera. Ahí se aplican las frases típicas a saber: “El 1 de enero dejo de fumar”, “El lunes empiezo la dieta”, “En marzo rindo el final”, “Con la próxima me divorcio”, etcétera. “Tengo pacientes que dicen ‘Mi esposo me engaña’ o ‘Mi amante me trata mal’ y vienen acá a quejarse. Yo les digo: ‘quejarse está bueno, pero la solución es separarse’. Entiendo que no es fácil ser esposa, ser estudiante, pero hay que avanzar”, cuenta Blesa. Más allá de la queja de cabecera, los especialistas identifican dos tipos de procastinación: la que afecta a cuestiones cotidianas y la que afecta a los objetivos y proyectos fundamentales de la propia vida. “Para combatir este problema resulta útil familiarizarse con la propia forma de procastinar. ¿En qué ocasiones de procastina? ¿Cuáles son las propias formas más usuales de distracción? ¿Qué excusas se utilizan con mayor frecuencia?”, plantea Kreimer. Los procastinadores tienen una fuerte dificultad para concentrarse y suelen sentir miedo o ansiedad al verse sobrepasados por la tarea. “Suele ser útil preguntarse: ‘si se dejara de procastinar, ¿qué situaciones enfrentaría?’”, recomienda la filósofa. Mientras eligen resolver todo más adelante, lo ideal es romper con el círculo de autoduda. Blesa agrega: “Dar el primer paso suele disminuir notablemente la ansiedad. A veces, se procastina porque se cree que algunas cosas llevarán más tiempo del que llevan en realidad”.

1 comentario:

Melibea dijo...

¡Hola, maja! Yo no sé qué vicio dejar para el 2009 o cual adquirir, pues, la verdad, creo que no puedo prescindir de los que tengo y casi no tengo hueco para uno nuevo. Veré qué decido.

Besos